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un bonobo sonríe

Cuando se trata de sexo, lo "natural" no es lo que piensas

La naturaleza no deja nunca de sorprendernos. 

Publicado: 2014-04-12

Ahora que tanta gente anda alborotada debatiendo el asunto de la Unión Civil para las parejas homosexuales, se escucha con más frecuencia de la usual el argumento de que la homosexualidad no debe ser favorecida, promovida o consagrada en las leyes porque “no es natural”. 

Yo, la verdad, no sé de qué naturaleza me hablan cuando dicen eso. Porque en la naturaleza que yo conozco (y que cualquiera puede hoy conocer con facilidad al menos superficialmente, gracias a Google), las cosas son algo más complicadas.

En la naturaleza no sólo hay toda clase de estrambóticas estrategias reproductivas, desde insectos como la mantis religiosa y algunas arañas, cuyas hembras se comen al macho después del coito, hasta el pene de sacacorchos y la vagina carrera-de-obstáculos de algunos patos. También sucede que numerosas especies, demasiadas para que se les considere una anomalía, nos hacen muy difícil definir con claridad cuál de los individuos es “hembra” y cuál es “macho”.

Muchas especies de peces, por ejemplo, son naturalmente hermafroditas: ambos sexos a la vez. Algunas de ellas mantienen ese estado durante todas sus vidas. Otras cambian de uno a otro según las circunstancias lo requieran. Otras especies, incluidas algunas aves, alteran nuestra noción de los roles sexuales: en ellas, los machos gestan embriones y los “paren”, o se ocupan de los cuidados postnatales y la crianza, mientras las hembras salen a buscar comida.

Tal vez lo quienes arguyen que la homosexualidad “no es natural” quieren decirnos que no importan las tan variadas distribuciones sexuales y de roles de género que observemos entre otros animales, lo que nunca observamos son cópulas entre individuos de un mismo sexo. Pero en eso también se equivocan.

La verdad es que la naturaleza también es pródiga en prácticas homosexuales. La homosexualidad como conducta estadísticamente significativa se ha registrado en más de 300 especies distintas (y eso sólo porque hasta hace muy poco tiempo, los científicos no hablaban de estas cosas: el número es probablemente mucho mayor). Incluidos muchísimos mamíferos, entre ellos los gorilas y los bonobos, estos últimos nuestros parientes más cercanos y también los más interesantes.

Esta señora, que es bióloga y sabe de lo que está hablando, explica todo esto bastante bien (en inglés, con subtítulos):

Así, pues: simplemente, no es cierto que la homosexualidad no se da en la naturaleza. Sí lo hace. Claro, alguien podría decir que no es válido comparar a los seres humanos con estas especies, porque nosotros somos distintos, únicos, hechos a la imagen y semejanza de algo que no es un pez. A quien dijera eso, yo le respondería: ya, pero entonces no me hables de lo que es natural y lo que deja de serlo, y conversemos en otros términos (por ejemplo, lo que es justo y lo que no lo es).

Pero quizá lo que sucede es que cuando se dice que la homosexualidad “no es natural”, lo que se está tratando de decir es que no se parece a la idea preconcebida que algunas personas tienen de cómo deben ser las cosas. Apelar a la naturaleza para defender esa postura (cuyo nombre más apropiado es “prejuicio”) es un poco torpe, además de una muestra de ignorancia. Es lamentable que se repita tanto, y mucho más lamentable que se tome en serio.


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